Carmen Polo de Franco es uno de los personajes más enigmáticos y al mismo tiempo conocidos de la reciente historia de España. Rodeada de tópicos y rumores ha sido retratada como una mujer beata, materialista, ambiciosa, vengativa, fría y desalmada.
Beata, porque en el ámbito religioso es conocida por su férreo integrismo católico. Materialista, por su enorme atracción por las joyas y el dinero. Ambiciosa, porque su capacidad para la intriga estuvo desde el primer momento al servicio de la fulgurante carrera militar de su marido. Vengativa, porque cuenta la leyenda al convertirse en primera dama devolvió con creces cada una de las afrentas que había tenido durante su anterior vida de anónima mujer militar. Fría, por ser muy poco proclive a mostrar afecto o emociones en público y, a juzgar por declaraciones de algunos familiares y personas allegadas, tampoco en privado. Desalmada, por su total falta de empatía hacia los desfavorecidos por la guerra civil, es decir, por los derrotados. Se dice que durante los primeros años de la posguerra fue inspiradora de más condenas a muerte que cualquier otro juez o fiscal del régimen.
Pero lo único que sabemos con certeza es que fue, siempre en la sombra, el principal pilar sobre el que se apoyó el general Franco para sostener casi 40 años de férrea dictadura.
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martes, 16 de octubre de 2007
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